Han lanzado un desafío. Este Ayuntamiento, demostrando su clara vocación de tender puentes hacia la calle huyendo del cómodo silencio de los despachos, ha hecho una oferta que no se puede ignorar. Se ha dirigido a todas las mujeres y hombres mayores de 16 años ofreciendo la emocionante posibilidad de abandonar fugazmente el ingrato papel de espectadores pasivos para decidir, sin intermediarios, importantes cuestiones que se miden en dinero, que al fin y al cabo, es el valor que más apreciamos.
Como quien no quiere la cosa, desde el mandato de la participación ciudadana, han lanzado un guante a la cara de la gente y han dicho “Ahí tenéis eso. Es vuestra oportunidad. Aprovechadla.”
“Eso” son 250.000 euracos del presupuesto municipal, casi 42 millones de pesetas de las de antes. Y lo que hay que hacer es decidir su uso, haciendo propuestas de inversiones que reviertan en beneficio de la comunidad. Son los presupuestos participativos. Es una película fácil de contar y, previsiblemente, con final feliz porque todo el mundo ha de salir ganando.
Se trata de imaginar que el Alcalde ha sido desalojado momentáneamente de su sillón, ocupado ahora por cada vecino o vecina de la ciudad que, pletórico de buenas intenciones, tiene la encomienda de administrar un considerable presupuesto para conseguir la mayor satisfacción colectiva. Hay que soñar, como en aquel mítico y casposo programa “Reina por un día”, que se tiene por un rato, la llave del cofre del dinero y esforzarse para tomar la mejor decisión sobre su uso.
Hay condiciones, claro. Siempre las hay. Pero parecen sensatas, necesarias y factibles. No se pueden proponer proyectos mirándose el ombligo, por muy bonito y necesitado que éste parezca. No vale pedir la construcción de la Muralla China, o solicitar un servicio que exija inversiones durante años comprometiendo presupuestos posteriores. No hay que insistir en lo que ya está previsto. Hay que pensar en el aquí y en el ahora, ajustándose al presupuesto y respetando los plazos. Hace falta echarle imaginación, inteligencia, creatividad y sobre todo, sentido común y de comunidad. Hay que ser realistas, generosos y competentes. Habrá que priorizar. Y buscar apoyos, encajando diferentes intereses para encontrar acuerdos donde tendrá que haber cesiones y ganancias. En fin, hay que hacer política, pero de la buena, de la que engrasa la convivencia y evita los roces buscando el beneficio colectivo.
Puede pasar que haya quien no se entere, porque ni lea, ni escuche ni sea usuario de redes sociales por lo que es imprescindible que a todas las casas llegue la información. Y también quienes no se crean nada, pasotas y desconfiados, porque tantos desengaños a cuenta de la casta, les ha llevado al escepticismo más absoluto, generador de impotencia y esterilidad. Hay que remover esas cenizas para que recuperen su confianza en lo público. Y luego están los perezosos, los indolentes, los que andan muy ocupados y no tienen tiempo para ir a votar y mucho menos para hacer propuestas. Y votar es absolutamente necesario como manifestación inequívoca de la responsabilidad ciudadana y el compromiso con la participación.
Xàtiva tiene una oportunidad de oro para comprobar, tras la amarga experiencia de haber sido víctima de peligrosas e incompetentes decisiones, que hay otra forma de administrar el dinero público, el más importante, el dinero de todos. Pontificar, criticar, maldecir o reclamar son lógicas y necesarias reacciones ciudadanas, pero también apreciar un nuevo modelo de gasto e inversión totalmente diferente y enormemente productivo. Tiene un valor indiscutible porque cuenta con la inteligencia colectiva, evita los privilegios y busca el bien común. Tratemos de estar a la altura de las circunstancias.